Villa San Alberto | Arte en Villa San Alberto
187
post-template-default,single,single-post,postid-187,single-format-gallery,qode-quick-links-1.0,ajax_fade,page_not_loaded,,qode-title-hidden,qode_grid_1300,qode-content-sidebar-responsive,columns-4,qode-theme-ver-11.0,qode-theme-bridge,wpb-js-composer js-comp-ver-5.1.1,vc_responsive

Arte en Villa San Alberto

Desde mi llegada a Villa San Alberto, ocurrió la casualidad (o causalidad) de que retomé casi simultáneamente la actividad artístico plástica. Si bien hace más de una década que reparto mi labor creativa entre el diseño, la poesía, el relato corto y la composición musical, he tenido resignado el arte pictórico por casi 20 años, desde que era un chico prácticamente.

Por cuestiones laborales tuve la fortuna de encontrarme con Bea Calcedo y su Escuela de Artes Decorativas en la Ciudad de Buenos Aires, y fue allí donde conocí al maestro Atilio De Laforé con quien compartí valiosos seminarios de arte impresionista.

El impresionismo se destaca principalmente por pinceladas sueltas, teñidas de libertad y movimiento, que prestan mucha atención a la luz y a la cinética del paisaje. Surge justamente en un momento crucial de la modernidad, donde el tiempo rural caduca y nace el tiempo del reloj, donde la fábrica comienza a conocer el concepto de la productividad y donde la velocidad comienza a acortar las distancias entre las personas.

Se destacan entre sus principales figuras Claude Monet, Édouard Manet, Camille Pissarro, Alfred Sisley, Gustave Caillebotte y muchos otros autores que pueden ubicarse fácilmente por los espacios digitales. Puede decirse que “si sus antecesores pintaban formas con identidad, los impresionistas pintaban el momento de luz, más allá de las formas que subyacen bajo este”.

Y es innegable que en Villa San Alberto se despliegan una amplia gama de hermosos colores y tonalidades, proyectadas a partir del movimiento del sol y las sombras. La luz juega con las formas de los árboles y las casas a lo largo del día. El viento en su esplendor es la melodía justa para el danzar de los “plumeros” y el sonido acorde para el serpenteante pasto largo que todavía crece en algunas partes del poblado.

En uno de los seminarios compartidos con mi ya mencionado mentor, es que tuve la oportunidad de compartir con él la historia de Villa San Alberto y mostrarle algunas de las fotos del pueblo.

Atilio quedó encantado con el lugar y el espíritu que puede percibirse en las fotografías. Y como buen artista, inevitablemente pintó una de las mismas: la entrada más alejada hacia el Oeste del pueblo. Cerca del frente de la vieja pulpería de Loris.

Era un buen obsequio para aquel pionero que venía trabajando a diario por cumplir su sueño de ver nacer una nueva comunidad, en medio del vacío rural que la posmodernidad genera desdibujando pueblos y ferrocarriles. Así que un buen día de primavera llevé la hermosa obra de arte a Adolfo Loris (quien la recibió con gran alegría, casi hasta las lágrimas) para que pudiera añadirla a su larga lista de objetos memorables que conserva en su hogar.

Desde entonces que cada vez que tomo mis acrílicos o carbonillas, de acuerdo al capricho del momento, es que el impresionismo se plasma naturalmente en mis obras.

No Comments

Post A Comment